Claude Piron

Un tesoro educativo ignorado


Introducción


¿Qué pensaríamos de una persona que, en estos momentos de aprovisionamiento incierto, conociera una fuente de energía extraordinaria y no hiciera lo necesario para que se beneficiasen sus contemporáneos? Una sentencia unánime de condena no ofrecería la menor duda.


Por dicho motivo yo me confieso culpable. Pues, habiendo sacado provecho desde mi infancia de una experiencia de gran valor pedagógico, la consideré cosa corriente y no supe darla a conocer a unos medios que hubieran podido estudiarla objetivamente y tenerla en cuenta para sus decisiones. Sin embargo, quisiera descargarme de parte de dicha culpabilidad, indicando en este artículo por qué, en mi opinión, la inscripción del esperanto en los programas escolares presentaría muchas más ventajas de las que aparecen a primera vista. Examinaremos sucesivamente la cuestión desde el punto de vista del desarrollo del intelecto, del desarrollo afectivo y de la utilidad práctica.


Desarrollo del intelecto


El interés que reviste para el desarrollo del espíritu el aprendizaje de una segunda lengua no es discutido por nadie. Pero me pregunto si el problema es atacado por el punto adecuado. Una buena pedagogía presupone una graduación de las dificultades. Pero, ¿cómo hacerlo en el caso de las lenguas, si cada una se presenta como un todo donde lo más corriente suele ser lo más difícil?


Una frase oída muchas veces durante mi infancia, resuena todavía en mis oídos: «Parece que tú ya sabías eso.» Y es que para mis compañeros, cuando aprendíamos latín o alemán -e incluso francés-, yo "ya sabía eso". Sin embargo yo no había estudiado antes que ellos nada de alemán ni de latín, ni lo relativo a las sutilezas del análisis gramatical o del léxico de mi lengua materna. La verdad era que el esperanto, que había aprendido por juego, divirtiéndome, me había dado el conocimiento de una gramática pura y unos hábitos lexicológicos que representaban para mí un triunfo considerable respecto a mis compañeros: para ellos, la nueva lengua les chocaba de frente; para mí, las dificultades habían sido suavizadas. ¿No se recomienda a las personas sedentarias, antes de esquiar, prepararse por medio de una gimnasia adecuada? Yo había practicado mi gimnasia, fácil, agradable por estar a mi alcance, y era, hábilmente adiestrado, como yo abordaba el estudio de las lenguas llamadas "serias".


Mi experiencia está lejos de ser única. Una escuela inglesa procedió a un ensayo de manera totalmente científica. Una clase -el grupo testigo- hizo los dos años de francés, mientras que en otra clase con escolares de igual grado -el grupo experimental-, la enseñanza del francés era reemplazada en el primer año por la enseñanza del esperanto. Las pruebas de francés comunes realizadas al cabo de dos años mostraron que los alumnos del grupo experimental estaban a la misma altura que los del grupo testigo. No sólo no habían perdido nada, sino que el estudio había sido para ellos mucho más agradable, porque habían empezado por aprender una lengua que podían practicar desde el primer instante.


Aprender el vocabulario del esperanto es el modelo mismo del juego educativo. Como en la célebre prueba de inteligencia de los "Progressive Matrices", se trata, siguiendo dos ejes, de llegar a una intersección que es la palabra buscada. Sabiendo -primer eje- que el nombre termina en "o", el verbo en infinitivo en "i", el adjetivo en "a" y el adverbio en "e", y -segundo eje- que fini quiere decir "terminar", el alumno aprende a "inventar" las palabras fino (fin), fina (final), fine (finalmente). La referencia al francés o al español, mucho menos coherente, le obliga a descubrir las relaciones semánticas entre las palabras. Si helpi significa "ayudar", ¿qué quiere decir helpa? Y el alumno se encuentra, a veces con estupor, con que el adjetivo válido es "auxiliar".


En francés, y en la mayor parte de las lenguas nacionales, pocas veces las series son completas y es imposible acceder, en el plano lingüístico, a esta exploración de todos los casos posibles que es, para Piaget, el signo del paso a la etapa más avanzada de la inteligencia, la de las operaciones formativas. En el caso del esperanto, todo estudio de un texto lleva al niño a proceder a este análisis lingüístico de posibilidades, pero concentrándose únicamente sobre el problema de las relaciones semánticas, puesto que la ortografía, la pronunciación, la gramática y, con frecuencia, el significado de las raíces, no crean ningún problema.


La introducción de los afijos, cuyos significados, más amplios que en ninguna palabra francesa o española, son sin embargo muy definidos, permitirá al niño formar infinidad de palabras. El sufijo em indica el rasgo del carácter, la tendencia, el movimiento espontáneo: helpema significa "servicial", ordema "ordenado", donema "generoso". Cuando el niño encuentra la palabra kantema, que designa al que es en relación con el canto (kanto) lo que una persona risueña (ridema) es en relación con la risa (rido), ¿cómo la traduciría? Del mismo modo, al lado de samlandano (de sama, "mismo/a"; lando, "país"; y an, sufijo que indica habitante, miembro o partidario; por tanto: "compatriota"), samreligiano, "correligionario", ¿cómo expresar las nociones de samrasano (raso, "raza"), samvalano (valo, "valle"), samideano (ideo, "idea"). La asimilación generalizadora no está inhibida por ninguna anomalía lingüística, y el niño llega muy rápidamente a sentir y a captar el significado de las palabras así formadas. Pero su traducción será cada vez un desafío que no podrá aceptar sino explotando todos los recursos de su lengua materna. Así, la diversión se convierte en un ejercicio no ya de una segunda lengua, sino de su propia lengua.


El manejo del léxico del esperanto acostumbra al niño a coordinar esos polos aparentemente opuestos que son la libertad y la precisión: libertad, puesto que se pueden formar todas las palabras que se quiera; precisión, puesto que no podrá ser comprendido si no respeta las reglas de la derivación y el sentido preciso de las raíces. Es así que para traducir "condiscípulo" podrá imaginar y crear espontáneamente toda clase de soluciones: kunlernanto, samklasano, samlernejano, kunlernejano, kunstudanto, studkunulo, kundisĉiplo, o algún otro sinónimo correctamente formado, pero no se podrá admitir por ejemplo "kondisciplo", solución perezosa que introduce un neologismo inútil.


Esta coordinación de la libertad y de la precisión se encuentra de nuevo al nivel de la gramática. En relación con el francés o el alemán, por ejemplo, el esperanto es la gran libertad: "je vous aide" (yo le ayudo) puede traducirse por: mi helpas vin, mi vin helpas, mi helpas al vi, mi al vi helpas...; y sin embargo el esperanto no es una lengua donde el orden de las palabras, como ocurre en latín o en las lenguas eslavas, no indica las relaciones gramaticales. De hecho, el interés sicológico de este aprendizaje sobrepasa en mucho el simple nivel intelectual. No es malo descubrir que, sobre un terreno afectivo neutral, la alternativa entre precisión y libertad representa quizá un problema mal planteado.


Desarrollo afectivo


Llegamos así a la afectividad. Aprender el esperanto es una gran aventura que da a un niño profundas satisfacciones. Todos los niños adoran los códigos, los alfabetos secretos, las lenguas misteriosas. Las lenguas nacionales -y para el latín es lo mismo- no pueden responder a ese deseo de juego simbólico, porque el tiempo necesario para poderlas utilizar con holgura es excesivamente largo. Por el contrario, en una lengua en la que cualquier esfuerzo es productivo, el niño progresa a una velocidad sorprendente y al cabo de quince lecciones puede ya tener verdaderas conversaciones, lo cual anima muchísimo. Cualquier aprendizaje en que los progresos sean perceptibles da una impresión de éxito que no es posible subestimar.


La coherencia tiene también algo de extremadamente satisfactorio. Ciertos alumnos la descubren con el álgebra, pero ésta es demasiado abstracta para la mayoría. El esperanto da al niño un sentimiento de coherencia, pero en un dominio concreto que no excluye la comicidad (el niño nota rápidamente que las posibilidades léxicas del esperanto se prestan maravillosamente al humor).


Afectivamente satisfactorio, el esperanto lo es también por la naturaleza de las dificultades que presenta. Éstas existen, por supuesto, pero no hay problema acerca del "significante", más que si lo hay acerca del "significado". Estas dificultades no tienen nada de común con las complicaciones puramente formales que los azares de la historia han amontonado en las lenguas nacionales.


Por ejemplo, el género en alemán es una muestra de semejante complicación. A las variaciones de género no corresponden casi nunca las variaciones de realidad. ¿No ha escrito Shakespeare obras maestras inmortales en una lengua donde dicho problema es totalmente desconocido? Otro ejemplo: la ortografía del francés, donde una misma derivación latina desemboca en formas divergentes en palabras tales como "agression" y "aggraver" (en inglés "agression" y "aggravate"; en español "agresión" y "agravar"). Las dificultades formales sobrecargan la memoria sin una contrapartida a nivel conceptual. No es por pereza que el niño prefiere el esperanto a las lenguas nacionales, sino por repulsa muy natural de lo arbitrario, porque su buen sentido le sugiere que la lengua está hecha para el hombre y no el hombre para la lengua.


Si una frase como "Yo he creído a este hombre sincero" pone un problema de traducción, es porque en sí misma es ambigua. En esperanto se traducirá por "Mi kredis tiun viron sincera" si significa "A este hombre lo he creído sincero", pero por "Mi kredis tiun viron sinceran" (o bien "Mi kredis tiun sinceran viron") si quiere decir "He creído a este hombre, que es sincero". Tomemos todavía un ejemplo más: a partir de li (él) y de si (pronombre reflexivo para la tercera persona), se forman regularmente los adjetivos posesivos lia (su, de él) y sia (su, de él, ella o ellos), que corresponden respectivamente al latín "ejus" y "suus". La experiencia muestra que para los occidentales el manejo de estos adjetivos es incómodo. Ejercitarse en una lengua, por otra parte fácil, donde la referencia al pronombre raíz es, digamos, transparente, constituye una preparación muy útil para los que se dediquen más tarde al ruso o al latín.


Para la afectividad del niño, las dificultades formales son otras tantas sofoquinas arbitrarias. Su ausencia confiere un valor particular al esperanto, que da al alumno la ocasión de aceptar con alegría y creatividad el aprendizaje de una gramática universal y de un núcleo de vocabulario extranjero que le facilitará ampliamente el estudio posterior de otras lenguas.


Pero este gusto por el trabajo no es la única aportación del esperanto a la afectividad del niño. Un juego completo de prefijos y sufijos permite situar las nociones a lo largo de una gama que va del concepto inicial a la noción contradictoria, pasando por la simple negación; en español podría un poco verse una gama en la serie siguiente: ardiente, caliente, tibio, fresco, frío, glacial, helado. Esta posibilidad permite al que enseña mostrar a los niños, cuya afectividad está en gran parte dominada por la ley "o todo o nada", que los sentimientos y los juicios de valores son susceptibles de matices hasta el infinito. ¡Cuántas situaciones intermedias entre entre el valor y la cobardía, la amistad y la enemistad, la esperanza y la desesperación! El esperanto permite expresarlas sin recargar el vocabulario, y el aprendizaje del léxico, por el juego de esos "matices lingüísticos", favorece la fina diferenciación de los sentimientos. Se sabe desde el sicoanálisis la importancia que reviste para cada uno la verbalización matizada de esos afectos. Facilitar al niño un instrumento lingüístico bien adaptado a esta necesidad, es aportar una contribución modesta, pero real, a su higiene mental.


Todos estos elementos no son despreciables, pero la verdadera aportación del esperanto sobre el plano afectivo es el extraordinario desarrollo de la sensibilidad que acompaña al descubrimiento directo y concreto del mundo en que vivimos. En los niños que aprenden el esperanto, esto se efectúa por dos conductos: de una parte, la correspondencia con niños de todos los países sin el menor problema de comunicación; por otra, el descubrimiento de las producciones literarias de los más diversos pueblos. Con el desarrollo de los viajes, una tercera vía se hace cada vez más frecuente: el contacto directo con hablantes de esperanto extranjeros.


Aprendí el esperanto durante la guerra y recuerdo la frustración que experimenté al hojear un volumen encuadernado de una revista juvenil, "La juna vivo" ("La vida joven"), que había dejado de aparecer por razón de las circunstancias, y cuyos números antiguos contenían listas de muchachos de mi edad -japoneses, estonianos, brasileños, islandeses...- que deseaban escribirse con niños de otros países. Desde que las revistas de esperanto reaparecieron, tuve varios corresponsales en el mundo entero, y guardo un recuerdo particularmente emocionado de un joven chino, muerto por una bala perdida cuando el avance comunista alcanzó Tchengtou, donde él residía, y con quien yo tuve correspondencia de 1945 a 1948. Aquel intercambio me marcó para toda la vida.


En el plano cultural, es sobre todo en el momento de la adolescencia cuando el esperanto puede convertirse en un amigo inestimable. La realidad es en este punto con frecuencia mal comprendida. Se oye repetidas veces que sería una lástima hacer trabajar a los jóvenes en una lengua tildada de "sin alma", porque no la respalda un rico pasado cultural. Ese concepto de "sin alma" es muy difícil de adjudicar en el caso de una lengua, aunque cada uno sienta intuitivamente que encierra una realidad. Por eso estaría dispuesto a aceptar dicha objeción si el esperanto fuera una lengua "sin alma". Pero todos los que han vivido la experiencia de la lengua internacional esperanto saben que no es así. Millares de proyectos de lenguas internacionales han aparecido. Sólo el esperanto se ha convertido en una lengua viva, con un estilo, un carácter, una atmósfera que le son propias. ¿De dónde viene esto? ¿Del hecho de que desde el comienzo es la expresión de la creatividad de un niño y no la decisión racional de un hombre maduro? ¿Del primer círculo de difusión de la lengua: aquellos ciudadanos de condición modesta pero de espíritu muy abierto, animados de un idealismo apasionado, que han marcado con sus esperanzas un poco utópicas los últimos decenios del zarismo en Rusia, Polonia y los países bálticos? ¿Unas persecuciones que, desde el zar hasta las autoridades portuguesas, pasando por Hitler y Stalin, han representado un gran papel en la historia de esta lengua? ¿Por el hecho de que se trata menos de una creación absoluta que de la organización de un tesoro lingüístico compartido por todos los pueblos indoeuropeos (las palabras han pasado al esperanto con todas las armónicas con que siglos de uso las habían envuelto: kanajlo ha conservado todo el frescor francés que la palabra "canaille" tenía en el siglo XV; hejme guarda en esperanto la misma tonalidad de "calor de hogar" que sus equivalentes germánicos; klopodi expresa siempre ese mismo esfuerzo tenaz hacia un objetivo poco accesible en los pueblos eslavos de donde ha sido tomada la palabra)?


Sea lo que fuere, el hecho es que el esperanto tiene un alma, y que se muestra menos heterogéneo que el inglés, nacido como él de un maridaje improbable y, como él, ampliamente desembarazado de unas formas gramaticales embarazosas de los idiomas con los cuales se emparenta. Durante mucho tiempo ignorado por la lingüística, desterrado por la mayoría de los intelectuales, ha sido el niño mimado de tres generaciones de artesanos y poetas, quienes han sabido transmitir una vitalidad sorprendente a lo que no hubiera podido ser sino un conjunto heteróclito de signos convencionales.


Gracias a su limpidez gramatical, a la libertad que preside la formación del léxico, a la agilidad de una frase donde, como en ruso o en latín, el orden de las palabras es en general cuestión de estilo y no de gramática, se revela por ser excelente intérprete, capaz de representar todos los papeles plegándose al menor capricho de los personajes por encarnar. Lengua moderna, transparente, el esperanto deja pasar más que ninguna otra la totalidad de los valores de un original literario.


El siguiente ejemplo dará quizá una pequeña idea de sus posibilidades. Las propiedades del idioma chino permitieron a Confucio recoger en cuatro palabras una orden dada a padres e hijos para aceptar sus respectivos papeles en la familia. Las cuatro palabras chinas pueden ser traducidas por las cuatro palabras correspondientes en esperanto de manera perfectamente clara y natural: patro patru, filu fil' (en esperanto, la "o" final del substantivo siempre puede ser elidida -la forma normal es filo, "hijo"-, recurso éste que se usa en poesía principalmente; la utilización de esta posibilidad, al igual que la inversión del segundo sujeto, da a la frase un clima a la vez poético y solemne que corresponde bien al tono del original). Ninguna otra lengua, a conocimiento mío, puede dar una traducción a la vez tan correcta en el significado y tan fiel en cuanto a la forma. El francés "que les pères se conduisent comme des pères et les fils comme des fils" pierde todo el impacto de la concisión china y reduce indebidamente el significado (se podría decir "assument leur rôle de père", pero las dos expresiones no son absolutamente equivalentes. La frase china, como la versión en esperanto, integra las dos ideas en una forma más amplia). El inglés es considerado como una lengua particularmente adaptada a las fórmulas concisas que impresionan. Sin embargo, la sola traducción correcta que me pudieron dar de la fórmula en cuestión es mucho más pesada que el original: "Let the fathers be fathers and the sons sons". Advierto que pregunté a una decena de esperantistas de países y medios sociales diferentes, que me explicaron cómo comprendían ellos la frase en esperanto: sus respuestas detalladas muestran sin ninguna duda que todos la comprendían de la misma manera y que le daban exactamente el mismo significado del original chino.


Se sabe que la poesía inglesa es especialmente rebelde a la traducción, a causa de la brevedad de las palabras y a la fuerza del ritmo. Lea no obstante los poemas de Wyatt, de Shakespeare, de Gray, de Blake en la Angla Antologio (una antología de la literatura inglesa, compilada por traductores del mismo país, sensibles a unas sutilezas que un extranjero no sentiría; no es la menor ventaja de las traducciones literarias en esperanto el ser establecidas por compatriotas del autor) y verá que la música de los sonidos y de los ritmos es respetada en unas traducciones donde no se pierde ni un solo matiz. ¿Y en qué otra lengua, aparte del esperanto, se han traducido los juegos de palabras de Omar Khayyam por juegos de palabras equivalentes sin traicionar ni el ritmo ni el sentido original iraní?


Para abordar unos textos literarios en esperanto un niño no tiene necesidad de más de seis meses de estudio. Eso parece increíble, porque es difícil para un occidental imaginar una lengua desprovista de complicaciones de forma, con un léxico totalmente fundado sobre el principio de la derivación. En esperanto, aprender las palabras: juventud, rejuvenecer, joven, rejuvenecimiento, viejo, vejez, envejecimiento, juvenil, senil y senectud, no consiste en memorizar un nuevo vocabulario. Basta con aprender la raíz adjetiva juna (joven) y aplicar unas reglas precisas, como en la conjugación de un verbo regular. La agilización que ello implica para la memoria es quizá imposible de concebir para quienes no han hecho la experiencia. Tratemos de presentarlo con algunos ejemplos. El niño no tiene que aprender palabras como: panecillo, panadero, panificadora; decolorante, monocromo, bicolor; residencia, domicilio, población, pueblo, habitable, acondicionar, inhabitado, despoblado, aborigen, popular; jauría, perrezno, perrera, cinocéfalo; cuchillo, filo, rebanada, trocear... Para saber el equivalente en esperanto de cada una de estas palabras basta conocer las raíces correspondientes a pan, color, perro, habitar y cortar. De hecho, estas cinco raíces permiten formar, por sola derivación, unas 75 palabras corrientes.


Textos de todas las épocas y de todas las culturas han sido publicados en esperanto en excelentes traducciones. Sería un juego de niños reunir las mejores en una o dos antologías donde Dante estuviera junto a Lu-Hsin, Tolstoi a Sófocles, Madách a Mekiewicz, Cervantes a Tagore, Goethe a Martín Fierro o a Onona-Kamachi. ¡Cuántos nombres desconocidos por el estudiante de hoy, encerrado en una cultura que le ofrece alguna que otra nota sobre dos o tres grandes literaturas extranjeras como si los países pequeños o los pueblos lejanos no hubieran producido también obras de gran valor! Todos esos tesoros están al alcance de los niños de nuestras escuelas: les bastan seis meses para tener acceso a ellos. ¿No es un crimen, en esas condiciones, dejar cerrada esa puerta?


Utilidad práctica


Se nos dirá que los programas están sobrecargados y que el esperanto no presenta ningún interés práctico. Respecto a la sobrecarga de los programas, el problema está mal planteado: el aprendizaje del esperanto hace ganar mucho tiempo al estudio del francés, del español y de las otras lenguas, vivas o muertas. Es un cimiento sólido para la construcción posterior; la experiencia de un primer aprendizaje lingüístico agradable es para el niño un estímulo muy efectivo para el ataque a otras lenguas. Además, la adquisición del vocabulario anatómico, zoológico y botánico le será ampliamente facilitada, ya que la mayor parte de las raíces correspondientes en esperanto han sido sacadas del latín.


Eso no es todo. Cuando a los 40 años me encontré de nuevo en la universidad para estudiar matemáticas modernas y lógica formal, comprobé con sorpresa que muchas de las dificultades que tenían mis compañeros de 20 años me eran ahorradas gracias al conocimiento del esperanto. Estoy acostumbrado desde mi infancia a diferenciar las nociones de contrario y contradictorio, que son incorporadas de manera visual y fonética en la estructura de dicha lengua (corresponden a prefijos diferentes). De igual modo, las dificultades que presenta el manejo de la negación en lógica no existen para los que dominan el esperanto. La frase "todo lo que brilla no es oro" es una piedra de toque para los estudiantes que deben expresarla con los símbolos de la matemática moderna. Si se expresa en esperanto se observa que una traducción palabra por palabra es incorrecta: ĉio kio brilas ne estas oro, significa que "todo lo que brilla está hecho de otra sustancia que oro", o sea "no hay nada brillante que sea oro". La traducción exacta es: ne ĉio kio brilas estas oro, literalmente: "no todo lo que brilla es oro". La costumbre de la coherencia que exige la práctica del esperanto es un auxiliar precioso para el manejo del instrumento lógico-matemático.


En cuanto al interés práctico en sentido estricto, si vuelvo a pensar en mis años de colegial, constato que el esperanto me ha sido infinitamente más útil en mi vida de adulto que, por ejemplo, el latín o la geometría. Es cierto que el esperanto no tiene ningún estatuto oficial, no es la lengua de los negocios o de la diplomacia, pero es una lengua hablada en el mundo entero por gentes corrientes. Y se encuentra a la cabeza como lengua de los contactos humanos. Entre los numerosos turistas japoneses que visitan Suiza, los únicos que tienen un contacto real con las familias de allí son los esperantistas.


Si usted quiere dar la vuelta al mundo, échele un vistazo antes de partir al anuario de la Asociación Universal de Esperanto. Encontrará allí los nombres de los representantes locales de la Asociación. Aprendida esta lengua, podrá ponerse en contacto con un habitante del lugar en cada una de sus etapas; es de ese modo como encontrará, por ejemplo (cito con el anuario de 1973): en Sofía al señor Oljanov, periodista; en Bagdad, al señor Al-Amily, comerciante; en Colombo, al señor Dharmatilake, médico; en Sydney, al señor Matasin, ebanista; en Río de Janeiro, al señor Martins, abogado; en Kinshasa, al señor Ngingi, radiotécnico; en Berna, al señor Lhener, funcionario federal... No figuran todos los esperantistas en el anuario, sino los representantes locales de la Asociación, los que asumen la responsabilidad de los contactos con los extranjeros. Su lista, que va de las Azores al Zaire, cubre 316 páginas en el anuario de 1973. ¿Cuántos viajeros no esperantistas pueden ponerse así en contacto directo con un habitante del país sin problema de comunicación? ¿El esperanto sin interés práctico? ¡Vaya, pues!


Conclusión


¿Es necesario sacar una conclusión? Los hechos hablan por sí mismos. Es suficiente mirarlos sin prejuicios para saber en qué sentido debe dirigirse una acción educadora realista. Desconfiemos de una primera reacción irreflexiva. Son muchos los que temen que el esperanto substraiga algo a la riqueza cultural del mundo, cuando lo que hace es ponerla al alcance de todos. Cuando la fotografía fue descubierta, se creyó que mataría a la pintura y al dibujo, y el comercio del disco ha conocido un momento de pánico cuando hicieron su aparición los magnetófonos. ¿No actúa aquí el mismo reflejo de miedo injustificado?


En la hora en la cual la reforma escolar está al orden del día, la contribución que el esperanto puede aportar al desarrollo intelectual, afectivo y cultural del niño merece un examen reflexivo. Los prejuicios hubieran hecho este estudio imposible hace apenas unos años. Pero la evolución de la mentalidad a que asistimos actualmente da ánimo. El hecho de que durante dicho año 73 el esperanto haya sido objeto de publicaciones en tres colecciones de alcance distinto es signo de una actitud más abierta por parte del público.


El país que inscriba el esperanto en sus programas escolares estará a la cabeza del progreso pedagógico. Es una decisión que requiere valor: la solución fácil es cerrar los ojos sobre las relaciones reales entre los esfuerzos pedidos al niño y el beneficio que obtendrá de ellos una vez terminada la escolaridad. Pero es también una decisión que no implica ningún juicio sobre el valor extraescolar del esperanto. Comenzar por la flauta dulce la práctica de la música no significa que se juzgue este instrumento superior al violín o al piano. Es simplemente tener en cuenta una realidad pedagógica. ¿No merece el esperanto en el programa general el mismo lugar que la flauta dulce en la enseñanza de la música? Vale la pena preguntárnoslo. Pueda el presente testimonio estimular a la reflexión y a la búsqueda de una información objetiva.


Tradujo del francés · Elfrancigis: Francisco ZARAGOZA RUIZ